La Gran Cuaresma es el período de ayuno más largo e importante de la Iglesia Ortodoxa Oriental. También se conoce como el "Gran Ayuno" o "Gran Cuadragésima" y dura 40 días, sin contar los domingos, hasta la Pascua.
El propósito de la Gran Cuaresma es preparar a los cristianos ortodoxos para la celebración de la Pascua, la Resurrección de Jesucristo. Durante este tiempo, los cristianos ortodoxos se dedican a un período de arrepentimiento, oración y abnegación. El enfoque se centra en el crecimiento espiritual y en el desarrollo de una relación más estrecha con Dios.
Las normas de ayuno durante la Gran Cuaresma son bastante estrictas. Se espera que los cristianos ortodoxos se abstengan de consumir carne, lácteos, huevos y otros productos animales, así como alcohol y aceite, durante todo el período de ayuno. También existen pautas de ayuno específicas para cada día de la semana durante la Cuaresma, siendo algunos días más estrictos que otros.
Además del ayuno, se anima a los cristianos ortodoxos a intensificar la oración y la asistencia a los servicios religiosos durante la Gran Cuaresma. Muchas iglesias ofrecen servicios y devociones adicionales durante este tiempo, como el Himno Akáthistos, las Salutaciones a la Theotokos y la Liturgia Presantificada.
La Gran Cuaresma culmina con la Semana Santa, la semana previa a la Pascua. Este es un tiempo de intensa preparación espiritual y reflexión, con servicios y tradiciones especiales que conmemoran los eventos de la Pasión de Cristo, incluyendo la Última Cena, la Crucifixión y la Resurrección.
En general, la Gran Cuaresma es un tiempo de renovación y crecimiento espiritual para los cristianos ortodoxos, que se esfuerzan por profundizar su fe y acercarse a Dios a través del ayuno, la oración y los actos de amor y caridad.
La culminación de la Gran Cuaresma en Semana Santa es un poderoso recordatorio del sacrificio de Cristo y del triunfo del amor sobre el pecado y la muerte. La Resurrección de Cristo en el Domingo de Pascua es una celebración de la victoria de la vida sobre la muerte y un recordatorio de que, a través de Cristo, podemos reconciliarnos con Dios y entre nosotros.