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[message]TheHolyArt
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En esta litografía hecha a mano con doble barniz para garantizar su impermeabilidad y durabilidad, se representa al profeta Elías. El Santo Profeta Elías (Ilias) —uno de los profetas más grandes y el primero en ser virgen en el Antiguo Testamento— nació en la Tesbia de Galaad (Tishbe) en el seno de la tribu levita, 900 años antes de la Encarnación del Verbo de Dios.
El santo Epifanio de Chipre relata el siguiente relato sobre el nacimiento del profeta Elías: «Cuando Elías nació, su padre Sobach tuvo una visión: hombres apuestos lo recibieron, lo envolvieron en fuego y alimentaron la llama ardiente». El nombre Elías (la fuerza del Señor) que recibió el niño definió toda su vida. Desde su juventud se dedicó al Dios Único, se estableció en el desierto y dedicó toda su vida a un estricto ayuno, meditación divina y oración. Llamado al servicio profético ante el rey israelita Acab, el profeta se convirtió en un ferviente fanático de la verdadera fe y piedad. Durante este tiempo, la nación israelita se había alejado de la fe de sus padres, habían abandonado al Dios Único y adorado ídolos paganos, cuya adoración fue introducida por el impío rey Jeroboam. Una defensora especial de la idolatría fue la esposa del rey Acab, la pagana Jezabel. La adoración del ídolo de Baal condujo a los israelitas a la completa decadencia moral. Al contemplar la ruina de su nación, el profeta Elías comenzó a denunciar al rey Acab por impiedad, exhortándolo a arrepentirse y volverse al Dios Verdadero. El rey no lo escuchó. El profeta Elías le declaró entonces que, como castigo, no habría lluvia ni rocío sobre la tierra, y que la sequía cesaría solo mediante su oración. Y, en efecto, gracias a la oración del profeta, los cielos se cerraron y sobrevino la sequía y el hambre en toda la tierra. La nación sufría el calor y el hambre incesantes. El Señor, por su misericordia, al ver el sufrimiento...
Diseñamos nuestras piezas con intención y respeto para trascender las modas pasajeras. Creemos en crear artículos atemporales que elevan tu espíritu y te acercan a Él.
Santiago 4:8 (NTV) dice: «Acérquense a Dios, y Dios se acercará a ustedes. Lávense las manos, pecadores; purifiquen sus corazones, porque su lealtad está dividida entre Dios y el mundo».